13 jun 2012

Arena.

Iba y venía como el mar.
Y a mi me dejaba como el mar a arena de costa, mojada.
Mojada y sin su mar.
Sola, mojada y sin su mar, la arena.
Algún sol, quizás, la secaría.
La secaría otra vez. Otra vez.
Otra vez el mar venía a mojarla.
A mojarla para luego abandonarla.
Abandonarla para luego volver a mojarla, para nuevamente abandonarla.
Y la arena, sola. Sola otra vez.
Sola, mojada y sin su mar, otra vez.
Y sin su sol, otra vez.
Y con las estrellas.
Que no la secaban, pero sí la iluminaban.
La iluminaba, mojada y sin su mar.
Mojada y sin su mar pero iluminada, pero con las estrellas.
Pero ya no sola, y ya casi ni mojada...
Aunque sabía.
Sabía que tarde o temprano el mar vendría a mojarla.
A mojarla otra vez.
Y el sol, el sol a volver a secarla.
A secarla temprano.
Y las estrellas...
Las estrellas a acompañarla.
A acompañarla tarde, pero a acompañarla...




No hay comentarios:

Publicar un comentario